divendres, de desembre 30, 2011

[ es ] 20N-1. El valor de las oportunidades

Artículo publicado por Diagonal, nº 164, 28 de diciembre de 2011


A la hora de explicar los ciclos de movilizaciones, las ciencias sociales recurren –entre otros– a un enfoque que llaman de la estructura de oportunidad política. De acuerdo con sus premisas, los ciclos responden a la ruptura de los equilibrios internos de los regímenes políticos –“oportunidades”–. Si un régimen es unitario en sus posiciones, se dice, el cuerpo social sobre el que se articula no será proclive a la movilización. 

Se trata de una vieja lección sobre la que Maquiavelo advertía en su día a Lorenzo de Médici: el cuerpo social –para el florentino, el pueblo– es irreductible al mando; si éste aspira a gobernar deberá considerar siempre la perspectiva que se le impone desde abajo, desde ese 99% siempre proclive a la insurgencia. La premisa subyacente es que todo régimen de poder sobre un cuerpo social es un régimen de dominación: cuando la unidad de su mando falla –como durante las tentativas de desalojo de las plazas–, el régimen entra en crisis y la movilización resulta posible. 

No es de sorprender, pues, que tras el 15M el mando precipitase unas elecciones que no sólo han favorecido un cambio de Gobierno, sino que lo han entregado al nuevo ejecutivo en las mejores condiciones de gobernabilidad: la mayoría absoluta. Si a ello se añade el hundimiento del PSOE y, por ende, su debilidad interna y avenencia subsiguiente a los consensos de Estado, ya podemos imaginar el resto. 

Pero ¿cuál es el valor real de la alternancia PSOE/PP? En otra coyuntura la mayoría absoluta del PP habría sido un éxito total. Poco o nada en el 20N recuerda, sin embargo, a su antecedente más obvio: la victoria socialista de 1982. Ni el ambiente de euforia colectiva, ni las promesas de un régimen recién instaurado, ni la conjura democrática contra los temidos poderes fácticos... Quien aún podía vivir en la creencia de que era posible hacer otra política dentro del régimen, tendrá que despertar en el desierto de lo real.

¿Qué es entonces lo que ha cambiado? Ha cambiado, sin duda, el estado de la opinión, la valoración democrática de las instituciones del régimen y un montón de variables más. Pero ha cambiado, sobre todo, algo mucho más decisivo para la definición de las oportunidades: la mutación del mando debida al cambio en la estructura de la soberanía. 

El poder soberano de otrora –el Estado nacional– se bastaba para dirigir la economía de un país. En su centro de poder se decidían las políticas públicas que permitían, en el marco de un contexto internacional regido por las relaciones entre Estados, organizar la sociedad en su conjunto. En las últimas décadas esto ha cambiado de forma irreversible. 

El éxito en la implementación del neoliberalismo ha llevado al Estado nacional a su límite, sustrayendo su capacidad de decisión, su soberanía en el sentido moderno de la palabra. Hoy nos encontramos con los efectos del doble desplazamiento operado, por un lado, hacia afuera, del Estado al mercado y, por otro, hacia arriba, del Estado a las instituciones supraestatales. 

La UE, entramado de acuerdos federalizantes pactados entre Estados nacionales, no supo hace unos años superar los efectos de su neoliberalismo por medio de un proceso constituyente –el referéndum sobre el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa– y el dinosaurio eurocrático implosiona. La utopía neoliberal de la reducción al mínimo del gobierno, la privatización de lo público y la realización del mando exclusivo de los mercados avanza, así, otro paso de la mano de los Gobiernos de la derecha europea.

Las implicaciones de todos estos cambios son de la mayor importancia para la configuración de la oportunidad y el futuro del movimiento. El mando ya no se configura sólo ni principalmente a nivel estatal y, por veces, no dispone siquiera de capacidad para elegir sus propias élites dirigentes –así, Grecia e Italia–. Pero es que, además, tampoco se configura únicamente en las arenas institucionales supraestatales de la gobernanza global.

Política del antagonismo

En esto también el escenario ha cambiado respecto a la ola altermundialista. Hoy en día son los automatismos del capitalismo financiero, sus agencias de calificación de la deuda, su tecnocracia, el lugar donde se prefigura el marco de decisión, donde se organiza el mando en que se integra, obediente, el Estado nacional. Aquí es donde se conforma, en rigor, la estructura de oportunidad hoy y donde, por tanto, se ha de incidir para que avance el movimiento. 

Llegados a este punto, la política puede abandonar el terreno del régimen en vigor y desplazarse a otra arena: la del poder constituyente, vale decir, la del antagonismo entre un mando al servicio de los mercados y el cuerpo social que produce la riqueza. En el cálculo del primero se confía el futuro a la ausencia de una oposición parlamentaria que pueda llegar a cuestionar su poder. El mando asume que el marco constitucional reformado a los efectos será suficiente para gestionar la crisis de acuerdo con la conocida doctrina del shock. Bajo esta perspectiva, la autonomía deja de ser la opción de un sector radical y se convierte en un imperativo para quienes han tomado las plazas desde el 15M. Quien hasta ahora podía vivir en la creencia –institucionalmente inducida– de que era posible hacer otra política dentro del régimen tendrá que despertar en el desierto de lo real del izquierdismo fácil o bien entregarse a las pasiones tristes y regresar al mantra del manifestarse no vale de nada. 

Lujo al alcance 

Para quien disponga de medios materiales para afrontar la crisis, esto último hasta puede ser un lujo al alcance. A ello confían sus estrategias las izquierdas parlamentaria y sindical. La primera porque en su profundo autismo no ha entendido el 15M y confunde unos pocos escaños con un aval a su trabajo. La segunda porque sólo cuenta con movilizar la calle bajo su hegemonía en el medio plazo y a la espera de la vuelta al poder de un Gobierno afín. Ambas organizan sus estrategias en la impotencia de su derrota histórica confiándose a los restos del naufragio welfarista.

Para quien no dispone de tales medios, sin embargo, se abre un doble horizonte diametralmente diferente: a un lado, el riesgo de interiorizar la crisis de manera autodestructiva –depresiones, suicidios, etc.–; al otro, proyectarse en el movimiento buscando la cooperación, la solidaridad, la simbiosis. Parafraseando el apotegma del ‘77 italiano: “La fase expresiva del movimiento ha finalizado, hemos ganado”. A partir de aquí el movimiento ha de formularse, más allá del momento destituyente –“no nos representan”–, en la instauración del régimen político del común. 

A tal fin no sólo es preciso profundizar en la producción de instituciones del movimiento –colectivos, medios de contrainformación, cooperativas, etc.–, sino avanzar igualmente en su articulación dentro de un régimen de poder alternativo al existente. Cualquier otra cosa nos aboca al más de lo mismo y a cerrar la estructura de oportunidad abierta por el 15M.

dimecres, de desembre 07, 2011

[ cat ] Xerrada-debat sobre la participació ciutadana directa


[ es ] [ lab/con ] Forajidos


En uno de esos preciados ratos de lectura que uno acaba sustrayendo al mando, he dado con la obra de Jim Dodge, Stone Junction. Desde las primeras páginas, promete. Leo los pasajes iniciales sobre la historia de Annalee y me da por situarme mentalmente en la frontera interior americana; ese área liminar del soberano yankee en busca de su permanente expansión colonizadora, hacia el interior cuando ya no hacia afuera. Asociaciones de la mente, la lectura de este comienzo me evoca imágenes de Winter's Bone


dilluns, de novembre 28, 2011

[ es ] La revuelta de la universidad precaria

Artículo escrito a cuatro manos con Carlos E. Delclós para Diagonal (nº 162)


Las movilizaciones del 17N se encuentran en el centro del conflicto en que hoy se dirime el modelo de sociedad: a un lado, una variante de capitalismo basado en el conocimiento; al otro, un intelecto colectivo productor del común. En las universidades se desplegó una gran diversidad táctica que fue desde las más modestas acciones simbólicas hasta la huelga y total parálisis de no pocos centros. Se trata de la primera gran ruptura contra el mando neoliberal en la universidad desde las luchas contra el Plan Bolonia. Nos encontramos ante dos bandos enfrentados en pugna por definir la sociedad del conocimiento: a un lado, el bando neoliberal; al otro, la universidad precaria.


diumenge, de novembre 27, 2011

[ es ] Anécdota de Robert Stone


En estos días estoy acabando, bien que a ratos dispersos, un libro bien entretenido que recomiendo a quienes compartan mis mismos referentes (contra)culturales. Se trata de la obra autobiográfica de Robert Stone, Recordando los sesenta (Los libros del silencio, Barcelona, 2011). En ella me he encontrado el siguiente fragmento que creo refleja bien la moral sobre la que se sustenta el desplome y/o inoperancia de la izquierda en no menor medida que el apoyo electoral a la derecha.


divendres, de novembre 25, 2011

[ gz ] Do 15F ao 15M

As mutaçons rekombinantes do repertório antagonista
[ versom 1.0 ]

Contribuçom ao livro coordinado por Alfredo Iglesias, 15M. O pobo indignado (Laiovento, 2011)


Sabiamos que chegaria o momento, mas nom sabiamos quando. A gestaçom do 15M foi, de feito, a crónica de umha rutura anunciada. Num premonitório artigo para o quinzenal madrileno, Diagonal, advertiamos já, em explícita alusom ao conhecido apotegma tocquevilliano, que “durmiamos sob um vulcám”/1. Apontavamos para convocatórias de Juventud sin Futuro (JsF) y Democracia Real Ya (DRY) como possíveis gestos que relançariam um novo ciclo de mobilizaçons alheio aos esgotados repertórios da esquerda continuista ou “conservadora” (a que com independência de ser mais ou menos moderada ou radical, de tal ou qual família ideológica, sempre se mantém fidel ao uso de repertórios pretéritos). Um ciclo, entendiamos, que pivotaria sobre um novo agregado das figuras da exclusom internas ao trabalho: o precariado metropolitano postfordista. Nom por nada, antes que qualquer outra cousa, o 15M é impulsionado por umha recomposiçom técnica de classe que reconfigura a hegemonia interna do trabalho.


dissabte, de novembre 12, 2011

[ cat ] Xerrada "Qui mana al món d'avui?"

Xerrada sobre "Qui mana al món d'avui?" porta per subtítol "Sobirania, comandament i poder en la Era Global" i tractarà de plantejar algunes reflexions sobre quina és la naturalesa del poder, l'estructura de la sobirania i l'organització del comandament en les societats del capitalisme cognitiu.
 

Dissabte 12 de novembre

Xerrada: Qui mana al món d´avui?
Ponent: Prof. Raimundo Viejo
Pl. Orfila – Si plou a l´Avv. de St. Andreu de Palomar

17h Assemblea General de Barcelona
Pl. Catalunya


Diumenge 13 de novembre

12h Xerrada: Democràcia participativa VS Democràcia representativa
Ponent: Prof. Joan Botella
Pl. Orfila – Si plou a l´Avv. de St. Andreu de Palomar

14h Dinar de carmanyola
Pl. Orfila – Si plou al CSO La Gordíssima

17h Debat propositiu sobre democràcia
Moderació: Martí Olivella
Pl. Orfila – Si plou al CSO La Gordíssima


Divendres 18 de novembre

18:30h Debat propositiu sobre economia
Moderació: Jose
Pl. Orfila – Si plou a l´Ateneu Llibertari del Palomar



dijous, de novembre 10, 2011

[ es ] ¿Dan igual todas las opciones pequeñas?


En el movimiento se ha abierto un debate largo tiempo postergado sobre cómo afrontar las elecciones que sin duda es de vital importancia para la configuración del escenario político posterior al 20N. En lo que llevamos de debate, y por desgracia esto difícilmente cambiará antes de las elecciones, sólo un marco interpretativo parece haberse hecho fuerte entre quienes participan en y del movimiento. Este marco podría expresarse más o menos como sigue: la ley electoral es mala porque favorece un bipartidismo que impide una democracia real.

Sin embargo, quienes participan de este marco pueden estar cayendo en la misma trampa que quieren evitar: favorecer ese mismo bipartidismo que quieren destruir. El caso de UPyD (aunqe no sólo) ejemplifica en este sentido las limitaciones de este marco interpretativo y la urgencia de promover una reflexión al respecto. Vayamos por pasos.

[ es ] No votes perfeccionismo moral, vota Maquiavelo

 
En Izquierda Anticapitalista, la CUP de Barcelona (que no las demás CUP) y otros ejemplos de extrema izquierda (actuales o pasados) que optan por presentarse a las elecciones como si la ley electoral no existiese, suele responderse, ante la demostración de que su voto acaba siempre siendo una fracción de voto para los grandes partidos, que el objetivo no es obtener un escaño sino ir avanzando pasos en la construcción de la organización de partido revolucionario que un día llegue a tenerlos.

Al margen de que al ritmo que van podemos esperar dos siglos o la eternidad, la pregunta de fondo más preocupante es otra bien distinta: ¿si no se explica esto al electorado, es decir, si no se dice "hemos venido a construir el partido de vanguardia, no a obtener un escaño", a qué tipo de construcción de la organización se está procediendo?

El problema subyacente es doble: por una parte, una relación con el elector basada en una "racionalidad instrumental" (Zweckrationalität), esto es, dirigirse al elector con el objeto de que legitime la opción de la construcción de la organización sin que sepa siquiera que está sirviendo con su voto al juego ideológico leninista de toda la vida y amparándose de esta suerte en el desconocimiento de los efectos de la ley electoral sobre los resultados (votar estas opciones es en realidad votar 1/x a los candidatos más votados) para poder obtener el apoyo a un proyecto que, de ser explicitado con honestidad, seguramente no sería respaldado ni por los pocos que lo votan.

Por otra parte, el juego táctico que plantean las microcandidaturas de la extrema izquierda desvela la doble moral que comporta, para colmo, la convicción de creerse mejor que quienes ya están, en las mismas condiciones institucionales (con partidos que operan sobre una misma gramática política) operando en la arena política como subalternos del PSOE. Dicho de otro modo, en la pragmática del discurso de las candidaturas de extrema izquierda se opera la convicción de un ser mejor que el otro, de un ser más auténtico o poseedor de una condición mejor; hecho que, como cualquiera puede deducir, se funda en la falsa creencia de la naturaleza superior de unos sobre otros.

A esto, en Teoría Política se le denomina perfeccionismo moral y es, por mucho que no se quiera admitir, la lógica subyacente a las ideologías del tutelaje (desde Platón a Lenin, pasando por Robespierre) y los regímenes autocráticos que tanto mal han causado a la emancipación humana. Los grandes teóricos de la política, y Maquiavelo muy especialmente, ya nos advirtieron, empero, de que desconfiásemos de este tipo de ideologías, por no ser más que el remplazo de un príncipe por otro y la perpetuación de la sumisión del pueblo a un mando. Basta con ver en qué han acabado los regímenes leninistas de la Europa central y oriental para verificar este argumento. Y lo que es peor, como apuntaba un disidente en su día: "al final, el comunismo ha sido la vía más dolorosa del capitalismo... al capitalismo".

En las próximas elecciones, no dejemos que la impresentable realidad de las izquierdas subalternas alimente las fantasías identitarias y autocráticas de la política sectaria. Si las opciones de los partidos de la izquierda subalterna (IU, BNG, ICV, Esquerra, etc.) no te convencen, no tengas tan poca virtu como para picar en el viejo cuento de la izquierda autoritaria: vota autonomía, vota nulo!

dissabte, de novembre 05, 2011

[ es ] [ NEM 9 ] Sobre plazas y votos: perspectivas post-20N


En estos días toda la atención mediática relativa al 15M parece reducirse básica y progresivamente a dos cosas: 1) si vuelve a aparecer en las plazas; 2) si debate sobre la reforma de la ley electoral. Nada más errado que partir de estos términos si se quiere comprender el debate efectivo para el movimiento. 

dimarts, de novembre 01, 2011

[ es ] Lo que está en juego

[ nota: el siguiente artículo, escrito para la revista astur Atlántica, se nos extravió por el ciberespacio (don't worry Diego! :-), por lo que no llegará a ver la luz en papel. Lo dejo aquí por si estas reflexiones escritas en caliente el 15O todavía son de interés ]


En el momento en que se escriben estas líneas, se completa una revolución; una jornada global de movilizaciones que amaneció en Tokio y Seúl y se extendió a lo largo del día a través de más de mil ciudades en todo el planeta. El éxito de la convocatoria ha sido total, desbordante. La participación multitudinaria del género humano en una demostración conjunta de ruptura política con la cleptocracia financiera es un hecho. La iniciativa política hoy es del movimiento. El G20 ya sólo mira impotente para otro lado

dilluns, d’octubre 31, 2011

[ cat ] Identitats, pobles, mediterrània

Noves tecnologies per a l'autonomia dels pobles 
Barcelona, 3 i 4 de novembre


PROGRAMA

Dijous, 3 de novembre de 2011
LLOC: Sala Abat Escarré (CIEMEN)


[ es ] A quién beneficia el movimiento del ‘15-M’

Artículo escrito con Jorge Moruno publicado por El Confidencial (28/10/2011).


NOTA (31.10.2011, 20h24, la versión que sigue es ligeramente diferente)

La concepción liberal-autoritaria de la política democrática —y mucho más entre nosotros—, nos tiene acostumbrados a interpretar la participación como un acto puntual, fugaz, casi como si de un favor se tratase. Y es que la participación en la res publica se limita, para una inmensa mayoría, al voto cada cuatro años; si es que se vota, claro. Cualquier otra forma de abordar los asuntos comunes es rápidamente acusada de salirse de los márgenes legales; de ser incluso un germen de golpes de Estado, como afirma Esperanza Aguirre con el 15-M.

Afortunadamente, poco a poco, se va superando esa concepción constrictiva de la política donde los únicos que pueden participar en la política más allá de las consultas plebiscitarias que conocemos como “elecciones” son mercados, políticos y medios de comunicación. Con el 15O se ha liberado esa subjetividad plural, la multitud, que se define por su irreductibilidad a una única lectura de su ser; a un plantemiento concreto, representable y, por lo tanto, difícilmente recuperable para el régimen de poder en vigor. 

Un modo de movilización cambiante

Todo el mundo esperaba que con el 15M se produjese una especie de mímesis callejera de lo que suele acontecer históricamente con las luchas políticas que acaban integrando las instituciones del régimen: primero una algarada temporal abocaría a la estructuración del cuerpo social de la protesta en alguna modalidad organizativa de masas —partido, sindicato, ONG u otra. Gracias a esta organización resultaría posible, seguidamente, acometer la eliminación de pluralidad del cuerpo social (a la manera de lo que los constitucionalistas alemanes del siglo XIX llamaban reductio ad unum). Finalmente, la cooptación de unos pocos líderes sería un costo económico asumible y, en consecuencia, la protesta se diluiría con apenas algún guiño superfluo y la incorporación del aparato simbólico generado por la movilización (a la manera en que, por ejemplo, hoy todo el mundo se reconoce en los símbolos del feminismo, el pacifismo, etc.). 

De lo que se trata con el 15M, sin embargo, es de otra forma de hacer política, otra lógica propia de otra agencia; una agencia alejada por completo de las formas con que funcionan las organizaciones de masas (partidos, sindicatos, etc.). El 15-M significa, ante todo, una transformación sobre el conjunto de supuestos que hasta ahora gobiernan la vida y cuestiona la definición liberal de democracia. En un tiempo en el que esta variante de democracia entra en una profunda crisis al verificarse que la soberanía ya no reside en los votos, sino en los mercados y las agencias de rating, la contestación no se limita a una mímesis de las lógicas organizativas que han guiado los procesos históricos conocidos (la serie eclosión, organización, elitización, cooptación, disolución del movimiento). 

Más democracia significa más democratización

Aprendidas las lecciones del pasado hoy se va más allá, se reclama una democracia progresiva, más acorde a la constitución material de la realidad contemporánea. Lo que practican las y los “indignados” se puede definir como política de movimiento y, a diferencia de las políticas de notable y partido que en las últimas décadas han desdemocratizado las democracias liberales (demostrando las propias limitaciones democráticas de éstas), es una agencia política, una agencia de democratización que no teme romper el actual estado de cosas por medio de la desobediencia civil para proyectarse más allá de éste, en un horizonte constituyente que realice el gobierno de la democracia absoluta. El 15M, el 15O, los momentos de ruptura que sin duda seguirán no son simples demostraciones de masas en las calles; no son el primer paso de la secuencia apuntada. No habrá eclosión, organización, elitización, cooptación, disolución del movimiento.

La izquierda inoportuna

En vano las organizaciones de izquierda intentan de manera oportunista hacerse con un “capital político”. En el 15M no hay un capital político: hay un común. Por eso la relación del 15M con el 22M o la del 15O y otros eventuales momentos de ruptura por venir con el 20N no se puede determinar en los parámetros de un efecto causal (o causado). Si se quiere comprender la relación entre el movimiento y las elecciones del gobierno representativo se debería adoptar una perspectiva diferente que comprendiese antes la profunda crisis en que se encuentran las segundas, para así poder entender como opera el primero. 

Y es que, como ha demostrado el 15M a partir del 23M y como seguramente demostrará el 15O después del 20N, las elecciones son contingentes al movimiento y no al revés. Adelantar la lectura de los resultados del 20N como fracaso de la movilización, de la izquierda y triunfo apabullante de la derecha es sólo algo que adquiere sentido en el marco interpretativo de la gramática política en que se inscribe la democracia liberal; esa misma democracia cuyo principal mecanismo institucional (el gobierno representativo) la ciudadanía (el supuesto soberano, ¿recuerdan?) dice que ya no opera (“no nos representan”) y que es preciso abolir (“este sistema, lo vamos a cambiar”). Al igual que de cara al 22M, de cara al 20N se quiere presentar la acción colectiva como un cálculo fallido, como la imposibilidad de conseguir lo único que se puede conseguir: incidir sobre el resultado electoral. 

Tal es el primer paso de toda profecía que se autorealiza (self-fulfilling prophecy), esto es, de ese mecanismo que nos presenta una definición “falsa” de la situación (la victoria del PP como única perspectiva) que desencadena un nuevo comportamiento (el comportamiento electoral) que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva “verdadera” (la eventual victoria del PP sea vivida como la confirmación de que salir a la calle no valía de nada dado que sólo existía el escenario electoral). Así opera la manipulación mediática. Pero tampoco esto es nuevo al movimiento y por eso la trampa representativa de la profecía que se autocumple no irá muy lejos. Y es que, mientras haya crisis y el mando no cambie de estrategia, tras el 20N, la crisis del régimen será aún mayor y el horizonte del movimiento seguirá abierto.

dimecres, d’octubre 26, 2011

[ cat ] Xerrada al XXV Seminari Blanquerna


Aquest divendres, a Magaluf (Mallorca), comença el XXV seminari Blanquerna Mallorca 2011. Final de Cicle. Bastir, més que mai, un futur d'esperança.  

Dissabte faig la ponència: La política, avui (i el seu significat): de la partitocràcia en crisi a la multitut en moviment. Com text introductori, el capítol sobre les tres polítiques (pàgs. 133-144)

El programa es pot baixar aquí

Inscripcións a

seminarigrupblanquerna@gmail.cat
secretaria@grupblanquerna.cat

així com als telèfons

971 723 299 
686 367 475

dissabte, d’octubre 22, 2011

[ es ] Memoria y democratización



El anuncio de la decisión de ETA de poner fin a la lucha armada marca sin duda una cesura histórica. La respuesta de la organización a la conferencia internacional de paz ha despejado cualquier sombra de duda, por más que desde los medios de la extrema derecha españolista se hayan querido todavía interponer peros surrealistas. Desde hace meses, el giro de la izquierda abertzale demuestra claramente que el negocio de vivir del conflicto vasco se ha acabado para la legión de todólogos, demagogos y otras subespecies mediáticas. El España como problema y Euskal Herria como chollo ya no funciona. Por el contrario, la decisión de la organización armada recupera el espacio para la política, justo en un momento, precisamente, en que asistimos a la reapertura del escenario de luchas global que marca el 15O.

En este estado de cosas, la noticia procedente de Euskal Herria es inmejorable: uno de los pilares sobre los que se sostenía la legislación de excepción y la subsiguiente cultura de la emergencia, se ha derrumbado por la piedra angular del consenso postfranquista. Y es que como se ha podido comprobar incluso en los medios más progresistas del actual régimen, la lucha armada con su declinación en ETA constituía el demarcador simbólico sobre el que se vertebraba la continuidad con el Franquismo. Tal y como se podía verificar hoy mismo en la portada de Público (y no sólo) el significante "víctimas de ETA" sigue siendo el gran facilitador de la inclusión en el campo simbòlico democrático de Carrero Blanco y otros personajes abyectos (en modo alguno demócratas) de la Historia española contemporánea.

Tres vectores de ruptura constituyente
 
Recientemente apuntaba en un capítulo para un libro sobre el 15M que el pasado es una de las tres líneas de fractura por las que se verifica hoy la crisis del régimen instaurado en 1978. Junto al modelo territorial (sentencia del Estatut) y el modelo productivo (basado en el binomio turismo-construcción), la política de la memoria constituye hoy un vector fundamental de la ruptura constituyente ya que no sólo desvela la relación con la Guerra Civil (ámbito al que se quiere reducir el debate historiográfico), sino que apunta igualmente a las mucho más significativas continuidades del mando tras su reconfiguración durante la llamada Transición.

En efecto, tal y como demuestra hoy la producción del campo de identidad "víctimas de ETA" asociado a la democracia por medio dela pragmática del discurso oficial, la razón de Estado prevalece y el ocultamiento de las 23 víctimas del GAL (igualmente víctimas del conflicto vasco) promueve una lectura inequívoca, schmittiana y autocrática de lo acaecido durante, no ya los años de lucha antifranquista, sino de la propia democracia española. La memoria de las víctimas de ETA, por ello mismo, se desvela al fin, como lo que es: la memoria de las víctimas de la razón de Estado. Pues no otra agencia de la política que el Estado moderno, desde la Terreur hasta hoy, es la causa prima de lo que se ha dado en llamar, tan errada como intencionalmente, terrorismo.

Por suerte, tras la decisión de dejar el repertorio obsoleto de la lucha armada, la política de movimiento podrá recuperar para el nuevo periodo histórico que se abre estos días, una izquierda abertzale que ya ha demostrado estar mucho más preparada que las izquierdas subalternas para hacer frente a la crisis del régimen. No menos se puede decir si tenemos en consideración propuestas como la renta básica (modelo productivo), la reivindicación del derecho a decidir (modelo de Estado) y memoria colectiva (no olvido del pasado franquista). Cierto es que, en todos estos aspectos todavía se lastra una gramática política en exceso moderna y dependiente de sus propios desarrollos históricos. Pero no menos válido es que con la reapertura de lo político, el potencial acumulado en la resistencia y desafío al Estado nacional augura hoy sorprendentes posibilidades de cambio.

Adiós al mito fundacional: se impone re/elaborar el pasado

El tiranicidio del almirante Carrero Blanco es uno de los acontecimientos que marcó mi infancia y primera socialización política. Desde entonces y hasta hace bien poco, la historia de la democratización fue para mí historia de la desmemoria. Lejos de seguir la lección magistral de Adorno sobre la "re/elaboración consciente de pasado" (Aufarbeitung der Vergangenheit), el nacionalismo español optó por el olvido y la democracia española por ser una democratización inacabada, demediada, defectuosa. Nada cabe esperar por ello mismo de la historia de "éxito" que representa falsamente, a la manera de Ibsen y sus mentiras vitales (livsløgn), la historia del establishment que gobierna este país y contra el que hoy se levanta la multitud al grito de "no somos mercancías en manos de políticos y banqueros".

Socialistas y populares comparten un mito fundacional que encuentra su mentira vital en la Transición, esto es, en la readaptación del mando autoritario franquista al mando homologable en Europa a los procesos de globalización capitalista que prefigura la democracia liberal. Este fue el proyecto conjunto de la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana de postguerra; la misma postguerra que tan sólo llegó a la península ibérica en los años setenta. Por eso hoy, los socialistas ceden el poder con sorprendente parsimonia a los populares, conscientes de que estos mejor que ellos son los que podrán hacer frente a la escalada de tensión que se prepara en las calles.

Ante la anunciada victoria electoral del PP (en rigor ante la segura claudicación del PSOE), nos encontramos hoy con la exigencia de liberar la memoria de sus lastres pasados, de hablar con verdad de lo que fue. Porque como Ferdinand Lasalle decía: "fue, es y será, el hecho más revolucionario decir aquello que es". Los procesos de liberación cognitiva que pueden acompañar a la re/elaboración consciente del pasado pueden resolver, sin lugar a dudas, cuestiones fundamentales, por pendientes, de la democratización española. Allí precisamente donde la desdemocratización quiere progresar (mintiendo sobre el pasado, blindando el modelo productivo, recentralizando el país) hoy se abren los vectores por los que se puede al fin desplegar la política de movimiento. En nuestras manos está. No dejemos escapar esta oportunidad para dejar de vivir en lo falso.

dijous, d’octubre 20, 2011

[ es ] [ NEM 8 ] ¿Contra qué se lucha desde el 15M?


El despliegue del movimiento desde el 15M es una progresión que de momento no ha cesado de sorprendernos. Cada vez que se ha querido dar por liquidado, el movimiento se ha rekombinado y ha vuelto a desafiar al mando: así sucedió tras las elecciones municipales, cuando los medios daban ya por finalizado el ciclo; o tras la patética tentativa frustrada de desalojo de Plaça de Catalunya, cuando el movimiento todavía no había decidido marchar (cosa que hizo cuando le pareció oportuno); y también tras el bloqueo del Parlament, cuando todo el estamento político sin excepción (para mayor vergüenza de la izquierda) se avino a una impresentable declaración institucional que no era sino la lamentable expresión de subalternidad y acomodación en un modelo de democracia obsoleto. Por si todo esto no fuera suficiente, el 15O volvió a ocurrir: la ola se difundió por medio de Occupy Wall Street y superó todos los diques que en vano han intentado interponer los Estados nacionales. 

Y es que el ciclo de movilizaciones en curso, que nadie se engañe, es un ciclo constituyente, rupturista, antisistémico. Los marcos interpretativos que lo mueven ("no nos representan", "este sistema lo vamos a cambiar", etc.) no son la reivindicación de un giro de política económica (de un cambio en el sistema -como en el alemán Systemwandel), sino de una ruptura con el presente estado de cosas (un cambio de sistema o Systemwechsel). Mal funcionan ante un acontecimiento de esta magnitud los aparatos conceptuales de la teoría liberal de los movimientos sociales.


Derrumbando los otros muros

Recientemente alguien me recordaba, no sin cierta razón, que este proceso recuerda al ciclo que acabó derrumbando el Muro de Berlín. Muy especialmente por el proceso autónomo de movilización que cobra fuerza en el mantenimiento de la acción desobediente y en la inacción del mando que, incapaz de comprender lo que sucede, confía al buen funcionamiento del régimen su propia estabilidad. Basta con pensar un momento la seguridad con que se vuelve a apostar por el juego electoral de la democracia representativa para liquidar la pugna de legitimidades que hoy se abre paso entre mando y movimiento. 

Como si unas elecciones pudiesen zanjar un debate constituyente, el estamento político se confía a la convocatoria electoral como si fuese capaz de conjurar por sí sola la ruptura en curso. Sintomáticamente, nadie se está preguntando por las motivaciones de las redes activistas, por las fuentes de su apoyo social, por las instancias en que encuentra la legitimidad para seguir mutando, desafiando, progresando... Y es que como venimos insistiendo desde hace tiempo tal vez el 15M no sea ajeno a las elecciones, pero éstas si son ajenas al 15M.

Encuestas sin electores, elecciones sin encuestados

Pocos indicios mejores para comprender esta cuestión que la nula incidencia (actual) del movimiento sobre las encuestas de opinión. Si el PSOE no cesa de caer en las encuestas a pesar de sus guiños cicateros al 15M, si la izquierda subalterna del PSOE (la que se ha acomodado a compartir ínfimas cuotas de poder local y autonómico) tampoco sabe traducir en votos los manifestantes de las calles es por el sencillo hecho de que no se están produciendo los alienamientos de marcos interpretativos que serían precisos. Más aún, no sólo no se están produciendo, sino que difícilmente se podrían llegar a producir sin un cuestionamiento real, profundo y efectivo de los propios proyectos políticos (cosa que estamos a años luz de llegar a ver).


Las próximas elecciones serán elecciones de fraccionamiento, de derrumbes, de impotencias y, sobre todo, de una falsa y, por ende, doblemente ilegítima mayoría de la derecha. A los conservadores, no es preciso decirlo, ya les vale con una lectura estática del funcionamiento del régimen. A la izquierda, por lo visto, no le importa.


Movimiento versus automatismo


Así las cosas, cabe preguntarse contra qué se lucha realmente desde el 15M. La respuesta no es el gobierno, no es la derecha, no es siquiera los políticos y banqueros; no agencia alguna de la política moderna. Se trata por el contrario del automatismo. Contra lo que se despliega hoy el poder constituyente es contra el progreso de la interiorización de los automatismos en que se basa el capitalismo cognitivo. Nos referimos a automatismos como el introducido con la reforma constitucional; fórmulas que sustraen la política al terreno de lo político, que transforman la política en una cuestión de gestión y policía para el mando y de obediencia heterónoma para el cuerpo social.

A lo que estamos asistiendo hoy es a una revuelta que se quiere replantear los términos en que se ha de definir la agencia política; una revuelta que se plantea reinstituir el control democrático de la economía, y más allá de esta misma del mundo de la vida que progresivamente ha sido colonizado por los dispositivos semiocapitalistas. No es, empero, cuestión de volver atrás, de recuperar el humanismo perdido. No volveremos a ser humanos. Con la organización del movimiento sobre la base repertorial modular a la que dan soporte inmaterial las redes sociales en ese permanente ir y venir de la plaza a la red y viceversa, hemos dado un salto definitivo en el devenir ciborg de las expresiones políticas del antagonismo. Nada de malo hay en ello, siempre que la agencia no devenga automatismo.

El 20N sólo habrá acabado una cosa: lo que acaba de comenzar.

dimecres, d’octubre 19, 2011

[ cat ] A on va a parar el nostre vot?

Entre els efectes inmediats del 15M, un dels més destacats ha estatprecipitar la convocatòria d'eleccions generals amb la intenció d'aconseguir un canvi de govern. Es tracta de reforçar el comandament davant la crisi de governabilitat en que Zapatero ha sumit el règim polític. La intenció des del comandament és clara: com va passar el 15M, es vol imposar un marc interpretatiu que desactivi la mobilització ciutadana. Aquest marc interpretatiu diu: "d'acord, sou ciutadans i podeu prendre el carrer, però com que no teniu una opció electoral alternativa, mobilitzar-se no val de res. Ara guanyarà la dreta com a les autonòmiques catalanes i a les municipals i les retallades continuaran sí o sí". 

I és que, en efecte, gràcies a la deserció socialista d'uns mínims progressistes, els mitjans de comunicació de masses poden esgrimir enquestes que presenten un PP triomfant i que ens amenaça amb una majoria absoluta i absolutista. Des del partit socialista i els seus mitjans afins es torna a esgrimir el fantasma de la dreta per fer acceptar les seves polítiques de dreta toba. Fent fent valer la seva posició privilegiada com a principal alternativa al PP, la direcció socialista no ha dissimulat en cap moment el seu compromís amb les alternances pendulars que ara cedeixen el poder a la dreta. La supressió de la democràcia interna, visible en la dimissió de Chacón i el dedazo de Rubalcaba, no deixen lloc a dubtes.

El 15M i el 15O, però, han demostrat que les dimensions en què opera la política de moviment superen amb molt les previsions de l'estament polític. Gràcies a les xarxes socials, la credibilitat del comandament està sota mínims. Poden guanyar la batalla electoral, però han perdut la batalla de la legitimitat. I aquesta no és una derrota menor. 

En efecte, governar un món en què s'han externalitzat tants recursos, i en el qual es vol que l'Estat s'aprimi encara més, requereix una forma de governança que trobi un suport de la societat mal anomenada "civil" sense el qual no és possible extreure els recursos públics per a finalitats privades. Per això mateix, periodistes i politòlegs del pensament únic han considerat tàcticament interessant entretenir a la ciutadania amb la promesa d'una representació política regenerada. La seva resposta al "no ens representen!" ciutadà vindria a ser, "reforma electoral".

No obstant això, arribats a aquest punt: de quina reforma estem parlant? Com opera la llei electoral en la manipulació de la voluntat ciutadana? Sabem el que votem? N'hi hauria prou amb una nova llei electoral que donés major proporcionalitat al sistema de partits per evitar els mals que coneixem? Una llei que poderia afavorir a IU, no afavorira també a UPyD, creant un nou sistema de partits centrat i centralista? No serà més aviat que la clau no hi és tant a la llei electoral com a d'altres mecanismes de control? 



Per debatre aquestes i d'altres qüestions l'Assemblea Social de Poblenou ens ofereix una oportunitat fenomenal. Passem de la indignació a la informació!


diumenge, d’octubre 16, 2011

[ es ] [ NEM 7 ] ¿De qué vale?




El 15O lo ha conseguido: una primera movilización global contra un capitalismo que opera globalmente. Lo que el 15 de Febrero de 2003 marcó el fin de la ola de movilizaciones altermundialista, reabre ahora el horizonte de los posibles, a saber: un escenario de luchas a la altura de la crisis. La política de movimiento ha demostrado que es capaz de lo que no son capaces la política de partido, ni menos aún la política de notables. Plantar cara al G20 obligando al mainstream mediático a cambiar de marco interpretativo.

A pesar de todo, esta mañana, comentando las impresiones de la impresionante jornada de ayer, se ha verificado de nuevo una misma estructura argumental por la parte de los grandes medios. Hoy mismo, los dos grandes medios de la prensa neoliberal, El País y El Mundo, publican sendas encuestas sobre los posibles resultados electorales del 20N. A diferencia de otras ocasiones, las variantes de izquierda y derecha neoliberal no han intentado enfatizar sus diferencias con el objeto de mantener su particular espectáculo de la política. Antes bien, ambos han coincidido en reforzar con sus marcos interpretativos el relevo del PSOE por el PP al frente de mando.

La razón para esto viene a ahondar en un argumento que será habitual a quien lea estas páginas, a saber: la divisoria no discurre hoy entre izquierda y derecha, sino entre arriba y abajo (entre mando y cuerpo social), entre dentro y afuera (del parlamentarismo). Ante la crisis de la democracia liberal y de la representación política, el mando lo tiene claro: hay que favorecer un marco interpretativo de la desmovilización. Se trata de hacer que la gente no deduzca la posibilidad de cambio de su acción política, que no pueda leer el acontecimiento de ayer como alternativa a la situación existente. 

Sabido es, el neoliberalismo triunfa sobre la base de hacernos creer su máxima "there is no alternative". Por eso se esgrime la impotencia a que conduce pensar la política en términos de la política de partido; por eso interesa que la lectura del 15O se realice, estrictamente, en la clave del escenario electoral del 20N; por eso mismo, en fin, no se quiere que se comprenda el alcance global de lo sucedido, la reapertura del horizonte político, la vuelta a la posibilidad de elegir que, de manera tan insidiosa como persistente, se promueve desde el mando a fin de conjurar la potencia de la democracia.


Y es que la democracia se encuentra en la base de la contradicción que el mando capitalista no puede aceptar. La democracia es una procedimentalidad que se despliega en lo absoluto, no conoce límites si el demos participa sin mediación. Durante siglos el proyecto liberal, primero, y neoliberal, hoy, se ha intentado domesticar en vano la democracia. Primero, así el liberalismo en sus orígenes, por medio de la democracia liberal; más tarde, así hoy bajo el mando neoliberal, por medio de una democracia limitada, una democracia institucionalmente encauzada por medio de la delegación (que no la representación, ya que "no nos representan") hacia la configuración de microdictaduras de cuatro años sin alternativas institucionales al alcance de lxs de abajo.


¿De verdad nada ha cambiado?


Recientemente, Amador Fernández-Savater publicaba en su blog de Público un diálogo agonístico entre dos amigos que se encuentran en una manifestación. Cada personaje ejemplifica dos posiciones que se corresponden, respectivamente, con dos alternativas ante el mando. La una, pesimista, que sólo aspira a leer lo que sucede en la gramática política al uso, en los términos de una eficacia que se debe medir en los términos del mando. La otra, optimista, que expone la posibilidad no ya de una opción alternativa, sino de muchas, esto es, de la recuperación de la política.


He aquí la clave para comprender lo que ha cambiado con el 15M y, más aún, con el 15O: ha cambiado el margen de acción política. Más aún, ha cambiado algo fundamental: los términos mismos en que se puede y debe desarrollar el debate público; los términos de una democracia real, y no de la ilusión (i-)representativa. Lo que hoy se ofrece, tras el 15M y el 15O a la ciudadanía no es saber si se puede cambiar de gobierno el 20N, sino si se puede o no recuperar la posibilidad de hacer política. 


Sin embargo, conviene igualmente conjurarse contra el gramsciano optimismo de la voluntad o, como decían los sofistas griegos, contra la pleonexia (la ambición desmesurada) y la asfaleia (el exceso de confianza). En rigor, dado el carácter constituyente de la deliberación en curso, todo depende de la voluntad de cada cual: a un lado se situarán quienes quieran o puedan leer el 15O como una expresión de impotencia política, como la imposibilidad de cambiar nada dado que la única posibilidad de cambiar algo pasa, obligatoriamente, por la aceptación del orden existente. Quienes así procedan se identificarán claramente con el marco interpretativo de los mass media, leerán el 15O exclusivamente en los términos de su captura en los márgenes institucionales de la democracia liberal y, por tanto, en los términos fatalistas y desesperanzadores de los resultados electorales del 20N.


En oposición a esta lectura, existe, sin embargo, la que ya ha conseguido, de hecho, plantear la movilización ciudadana. Desde esta perspectiva, inscrita en la recuperación de la política como la posibilidad de elección, la alternativa no pasa por medir el 15O en los términos de su eficacia electoral, esto es, en los márgenes del marco interpretativo que lee la política de notables y partidos en su formulación liberal como la única política posible. Frente a la premura de lo inmediato con que el marco interpretativo del mando apremia al ciudadano (procediendo en buena lógica con las formas intimidatorias del capital), la política de movimiento propone hoy una relectura de la situación que reformula los términos en que se produce hoy el diagnóstico de la crisis.

Dos opciones antagónicas


Por expresarlo de otro modo, la disyuntiva hoy radica entre dos opciones antagónicas: o bien pensamos en cómo gestionar la crisis en los términos heterónomos que prefigura la propia lógica capitalista, o bien nos situamos autónomanente en la cruda realidad de un sistema excluyente que aspira a que el 99% pague los desmanes, tan a menudo ilegales (incluso en la limitada lógica de una normatividad liberal), del 1%. A un lado, la impotencia de aceptar un resultado anunciado: el PP con su mayoría absolutísima, un PSOE que tardará una década como mínimo en recomponerse y, por consiguiente, un sinfín de recortes sociales que, progresivamente nos situarán en un escenario de agudización creciente de los males que ya hoy nos apremian. 

Al otro lado, la potencia de la política, la posibilidad de escoger otro camino para el cual las políticas neoliberales son ya un hecho al medio plazo (y por ello mismo tan inevitables como frenarlas votando al PSOE o al PP) y que, por esto mismo, llama a la recuperación de la soberanía perdida, a su redefinición en un marco global, a la producción de otras instituciones que permitan a la ciudadanía recuperar el control sobre los procesos de decisión que implementan las políticas públicas, sobre los actores que deciden tales políticas, etc. Se trata de tomar consciencia del calado de la crisis de lo político, de comprender que esta no se limita al agotamiento del proyecto político del partido socialista bajo el liderazgo de Zapatero o a su perfecta indefinición bajo el aura gris de Rubalcaba. 

A tal fin es preciso elegir entre la opción de la impotencia que prefigura el pensamiento único, la prensa maistream, y la alternativa que ya ofrece el movimiento como la opción de pensar en otros términos: en los términos de la producción de una nueva institucionalidad democrática que permita recuperar el control político de la economía, no ya por las agencias estatales que históricamente nos han demostrado estar al servicio del mando sino de las nuevas instituciones del común, de la res publica y el gobierno de la gente. 

La disyuntiva se agudiza cada vez más entre quienes querrán leer el 15O, de acuerdo con el mando, como una expresión política de impotencia ante la eventual victoria del PP y quienes preferimos optar por seguir en los procesos de lucha cotidianos por la supervivencia de lxs de abajo. No queremos optar por una variante de derechas u otra de izquierdas; ni siquiera ya por una de izquierda más a la izquierda que se ha demostrado una estrategia inútil en nuestra experiencia cotidiana del poder y sus abusos. Queremos optar por un cambio de régimen, por un proceso constituyente, por la restitución del derecho a decidir sobre lo que nos toca. 

Ya es tarde para la reforma de lo que conocemos. Toca el cambio; un cambio que se tiene que producir desde abajo y desde afuera, no desde arriba a la izquierda. existen las herramientas y no nos faltan en la economía cooperativa, en la política de movimiento, en nuestro propio universo cotidiano las opciones para profundizar en la organización de la autonomía. No es una utopía, es la realidad de quienes somos diariamente expulsados de los servicios públicos, despojados del fruto de nuestro trabajo, desalojados de nuestras casas. No se trata de una opción electoral, sino vital: la de permanencer siendo guiado por las reglas heterónomas del capitalismo o la de optar por la autonomía del antagonismo con el mando y el agonismo con los iguales. El 15O ofrece esta opción, pero la validez de una lectura como la que ofrece esete acontecimiento sólo radica en la opción que prefieras. 

¿Y tú qué eliges?

dimecres, de setembre 07, 2011

[ es ] El Otoño del 15M

Artículo publicado en Diagonal, nº 156



Aún no ha terminado el largo verano de la autonomía y ya se otea un otoño caliente. En el horizonte político invernal, una larga serie de convocatorias anuncia un in crescendo movilizador que apunta al 20-N como prueba de fuego. Desde el 15-M, la repolitización de la vida pública -una tensión apenas contenida durante el lapso vacacional- ha forzado la reconfiguración del mando neoliberal anticipando las generales.

Y es que entre los múltiples efectos del 15-M, uno de los más inmediatos ha sido precipitar el relevo gubernamental. La izquierda parlamentaria, confiando en que el precariado siga pagando la crisis y segura de que en el futuro habrá otra alternancia, ha asumido resignada su papel subalterno, aceptando por adelantado la sangría de votos y el ascenso al poder de una derecha corrupta y desacomplejada.

Al aceptar ya la derrota electoral, el PSOE evoca en exceso el turnismo del siglo XIX. El 'dedazo' que ha proclamado a Rubalcaba candidato es ya la crónica de una derrota anunciada. Y contra una calle que reclama una democracia efectiva, el aparato socialista no ha permitido ni unas primarias.

Su objetivo es claro: facilitar una deserción electoral masiva por la izquierda que permita ganar a la derecha. El teatro de Rubalcaba desmarcándose ligeramente por la izquierda mientras Zapatero gira a la derecha no persigue convencer al electorado engañándolo, sino imponer una razón cínica que haga desistir de toda alternativa progresista. A una mala, el aparato se blinda ante una eventual victoria eliminando cualquier cambio por la izquierda. Todo antes que otro 13-M.

Por si lo anterior fuera poco, en el sprint preelectoral el gobierno se ha decantado por asestar a su partido la estocada final con una inusual decisión: constitucionalizar el neoliberalismo por medio de una enmienda sobre el control del gasto público. Adiós a los vestigios del proyecto europeo socialdemócrata y democristiano de postguerra. Al servicio de los mercados y en sintonía con Merkel y Sarkozy, Zapatero impondrá un cambio de sentido constitucional que no sólo no se votó en 1978, sino que, además, se encuentra en abierta oposición al modelo económico y social de entonces.

No podía ser de otro modo. En la estela de otras medidas como la reforma requerida por el Tratado de Maastricht, incluir en la Constitución un tope al gasto público avanza un penúltimo paso de un proceso deconstituyente que dura ya tres décadas. Los apologetas de los Pactos de la Moncloa y la “economía social de mercado” se quitan al fin su máscara democrática y se muestran como lo que son: meros gestores al servicio de los 'mercados'. Cuando la dicha es neoliberal, la Constitución es todo lo modificable que haga falta.

Por su parte, el laboratorio catalán, antesala autónomica de lo que puede llegar a ser la política estatal, nos adelanta las claves para un escenario post-20-N. A pesar de ser más un fracaso ajeno que un éxito propio, las municipales han reforzado el derechismo de CiU. Entregada al PP más reaccionario de todo el Estado, su deriva arrastra a un independentismo incapaz de comprender la cuestión social y la política del movimiento. Sólo el éxito parcial de las CUP en algunos pequeños y medianos municipios ofrece un contrapunto esperanzador -aunque lastrado por cierta animosidad sectaria contra el 15-M-.

Por su parte, la izquierda parlamentaria ha demostrado una incomprensión no menor de lo que es el 15-M. Desde el PSC a EUiA, sin excepción, todos los escaños de la izquierda se avinieron a firmar la declaración contra el bloqueo desobediente de la sesión que aprobaría la “ley omnibus”. Esta medida, que borra de un plumazo parte de la obra legislativa del tripartito, ha marcado un drástico cambio en la gobernanza. Su aprobación refleja por igual la prepotencia de la derecha y la impotencia de la izquierda. A esta última se le niega, en lo sucesivo, que sus políticas perduren.

Al sumarse incondicional a la declaración contra el bloqueo del Parlament, esta izquierda ha demostrado su connivencia con las prácticas deconstituyentes de la derecha. Su decisión ha sellado un divorcio con la sociedad en movimiento que difícilmente se podrá recomponer. En vano hayan intentado agenciarse más tarde el 19-J. Su lógica, antes y después del bloqueo, sigue siendo la obediencia al mando neoliberal por encima de cuestionarse su responsabilidad en la destrucción del bienestar.

Vuelve el movimiento...

La buena noticia nos la trae el cambio de tendencia en el movimiento. Tras el gesto de las acampadas, el 15-M ha promovido un exitoso cambio de repertorio sostenido en las redes sociales, ha centrado en el precariado la composición social del antagonismo, ha logrado desplazar el epicentro de las redes activistas y ha modificado su discurso; ahora, configura, en fin, una oposición extraparlamentaria que apuesta por la ruptura.

Tras décadas vaciando de contenido la constitución de 1978, el eje del conflicto político ya no discurre entre la izquierda y la derecha del parlamento, sino que se desplaza hacia el eje dentro/afuera del régimen. Por eso grita la multitud: “¡No nos representan!”. Por eso se intenta blindar constitucionalmente el límite del gasto público. No obstante, cada medida regresiva precipita la apertura e incremento del espacio autónomo.

¿Pero hasta cuándo?

A pesar de los éxitos, los riesgos de cara al 20-N -y después- son enormes. La excitación de la ruptura hace que se consuman demasiadas energías. En no pocas asambleas sobra afán de protagonismo. Tener que lograr consensos por unanimidad sí o sí es visto como democrático cuando, en rigor, es autoritarismo. Deliberar en asamblea se confunde con elaborar leyes; la programática del movimiento, con anteproyectos de ley. A menudo se enfocan mal cuestiones como la reforma electoral. Se olvida que la clave no está en otro sistema de partidos, sino en el control y rendimiento de cuentas del estamento político, en la introducción de mecanismos de democracia directa, etc.

El interés en la cooptación y el oportunismo son desmedidos. Para los partidos de izquierda, el 15-M es visto a la par como un problema y un caladero de votos. Desde los medios se han redoblado los esfuerzos por producir líderes, por consolidar logos que reduzcan el 15-M a una simple marca -como el 68-. Por si con esto no hubiese bastante, la visita del Papa ha demostrado que la reacción no está dispuesta a perder la calle. Cuentan para ello con los recursos que gestiona la derecha, además de un apoyo mediático y policial nada desdeñable.

Este otoño la repolitización de la vida pública se expone a una escalada de tensión. La renuncia de la izquierda parlamentaria aboca a un escenario hegemonizado por la derecha, incluso si gana la primera. El 15-M se enfrenta al reto de definir una estrategia extraparlamentaria que le permita afirmarse en la autonomía sin dejar de impactar en el régimen, legislar sin gobernar, cambiar la sociedad sin reproducir el mando.

dilluns, de juny 27, 2011

[ es ] [ NEM 6 ] Entre el liberalismo 3.0 y la autonomía 2.0

El 15M sigue adelante. Con el arrollador impulso de las multitudes movilizadas el  19J se produce un salto cuantitativo y cualitativo que, manteniendo la contienda pacífica con el mando, abarca espacios cada vez mayores, se diversifica en composición social, territorial, técnica, cultural... Un éxito sin paliativos en un contexto adverso; especialmente en Barcelona, donde a pesar del linchamiento mediático, el movimiento ha demostrado que toda la demagogia mediática vertida contra el 15M sólo es un producto de consumo interno para el electorado más reaccionario y conservador.


Lo nuevo en el 15M: un espacio para la emergencia de la autonomía 2.0 

Llevamos ya más de un mes de movilizaciones y a estas alturas parece indudable que nuestras primeras e ilusionadas hipótesis se han transformado en cambios ilusionantes, por efectivos, para la política del movimiento. El 15M está consiguiendo hacer cristalizar algo inédito en las tres décadas de historia del régimen: la emergencia de un amplio espacio político autónomo en (y más allá de) el Estado español. El 15M marcará sin duda el nacimiento de esa autonomía 2.0 que tanto tiempo llevamos buscando y en la que con tanto denuedo insistimos.

Como es lógico y evidente, ni estamos la Italia de los setenta, ni en Alemania de los ochenta. Menos aún, claro está, en momentos y lugares anteriores como la Revolución espartaquista o la Comuna de París. Todos ellos referentes geohistóricos de la autonomía 1.0 Las coordenadas geohistóricas de esta versión 2.0 que ahora emerge, sin embargo, son las nuestras, las del aquí y el ahora. Ningún agenciamiento, por hermoso que nos parezca, por legítimo que sea a los ojos de nuestra memoria colectiva es válido. Nos toca (re)inventarnos en el movimiento.

Al hablar de autonomía 2.0 no estamos hablando, por tanto, de un proceso de subjetivación limitado a reducidos grupos de activistas portadores de identidades más o menos construidas en la memoria del movimiento o en la continuidad de sus redes y experiencias activistas. Tampoco nos referimos (ya) únicamente al ejercicio de práctica teórica en el que persistimos desde hace tiempo en los diferentes espacios del movimiento (de hecho, no es tanto por medio de la práctica teórica como a través de la interacción simbólica, como se operan en estos momentos los procesos de subjetivación que mueven el 15M). 

Lo viejo en el 15M: el ciudadanismo (y su crítica)

No pocos autores han tildado de ciudadanismo la praxis discursiva del 15M. A pesar de que el concepto sea tan poco afortunado, es indudable que se da una proyección ideológica (de "falsa consciencia") en el 15M. Y no es menos cierto que esta falsedad radica en las inevitables aporías a que aboca cualquier discurso basado en reivindicar la ciudadanía que confiere un régimen al que se considera ilegítimo. Basta con escuchar con cierta atención a algunas de las voces de DRY y otras redes más o menos centrales al movimiento interviniendo en los medios para darse cuenta de esto.

Pero si el llamado ciudadanismo es una forma de falsa consciencia, también lo es buena parte de las habituales acusaciones implícitas en la crítica a sus ideas. Así, por ejemplo, se suele acusar a las redes que impulsan el 15M de falta de liderazgo y organización, cuando en rigor lo que hay es otro tipo de liderazgo (anónimo) y otro tipo de organización (en red). El peso de la experiencia y la falta de análisis crítico lastra, en este sentido, a quienes suelen enunciar la acusación de ciudadanismo: lo que nunca será el 15M es la vuelta a las viejas formas de los liderazgos individuales (narcisistas) y a las organizaciones jerárquicas (piramidales). 

No por nada, más que el discurso de DRY o de otras redes más o menos organizadas e imbuidas en su discurso por las aporías ciudadanistas (y por discurso entendemos también los repertorios de acción colectiva, las prácticas deliberativas, el grado de institucionalización o su ausencia, etc.), es el discurso de Anonymous el que mejor refleja (de cuantos conocemos) lo que es la emergencia del paradigma de la autonomía 2.0, con independencia (relativa) de la composición técnica que, inevitablemente, va pareja al fenómeno hacker. 



Y es que la metamorfosis en curso es otra bien distinta que la del relanzamiento de segundas oportunidades para matrices ideológicas en bancarrota. Ni liberalismo ni republicanismo se encuentran incardinadas en la praxis cognitiva que mueve hoy el 15M. Las suyas son visiones exógenas, ajenas, en el mejor de los casos bienpensantes; en el peor, directamente reaccionarias. La política del movimiento reclama su propia matriz. La autonomía 2.0 puede aportar respuestas.

El efímero encanto del republicanismo 2.0

No hace tanto, los autores neorrepublicanos o del republicanismo 2.0 tuvieron su efímero momento de gloria. En el contexto de la debacle financiera, cuando no pocos opinadores se aprestaban a hablar de refundar el capitalismo, o incluso a buscar alternativas a este desde una nueva socialdemocracia o nuevo welfarismo, los teóricos del llamado republicanismo cívico, republicanismo liberal (oxímoron más que sintomático), neorrepublicanismo o republicanismo 2.0 (seguramente éstas dos últimas sean las mejores maneras de denominar, y a la par reconocer, el ajuste matricial correspondiente) parecían aventajar a cualquier otra matriz teórica en la resolución de la coyuntura y el relanzamiento de una perspectiva estratégica.

Cierto es que entre quienes desarrollan la teoría republicana hoy se encuentran autores muy diversos. Así, por ejemplo, nos encontramos autores como Philip Pettit, reconocido y prestigiado asesor de Zapatero. Pettit sedujo al mundo académico y político progresista con su libro Republicanismo. En la primera legislatura de Zapatero este autor puso al presidente como auténtico ejemplo del buen gobierno republicano, aduciendo por ejemplo la ley del matrimonio homosexual, pero obviando la misma política económica que ha provocado la crisis.

De menor envergadura que Pettit, nos encontramos por estas tierras a Felix Ovejero, inspirador de Ciutadans y su españolismo negativo. En un inusual (y por ello mismo sospechoso) alarde de modestia, Ovejero ha reconocido cuando menos su despiste monumental, aunque haya tenido que ser recurriendo a la estrategia del calamar: "Así que, modestia. Que aquí andamos todos a tientas". El problema es que él anda bastante más a tientas que otros que hace tiempo que hemos hecho del caminar preguntando zapatista nuestro método de trabajo.

Más a la izquierda, por suerte, también hay algunos neorrepublicanos con su vista puesta en el 15M. Entre sus representantes de izquierda más tradicional, autores como Antoni Doménech no leen la política del movimiento de manera tan negativa; por más que compartan una común matriz para la cual la política ha de tener siempre el Estado como referente institucional del progreso social. Con todo, una lectura claramente insuficiente que no se libera de los viejos lastres y que, en el mejor de los casos, nos invita a reeditar una Socialdemocracia 2.0 de base más o menos eurocomunista (cosa de salvar los muebles a la izquierda postleninista tras el fiasco de 1989).

Así las cosas, pasado el momento en que se clamó por más Estado, aunque en realidad fuese para reclamar que las ciudadanías de cada país salvasen a sus bancos, no queda mucho de lo que echar mano entre los republicanos 2.0 como no sean fórmulas hoy ajenas por completo al movimiento, centrado en recordar al Estado su subordinación a la voluntad popular en la escisión que antecede la emergencia la multitud. Y es que el Estado dista mucho a día de hoy de ser esa gran herramienta de reconstrucción política de un proyecto emancipatorio que tienen in mente el republicanismo 2.0 No es más Estado ni más mercado lo que demanda el 15M es más rendimiento de cuentas, más obediencia de los mandatarios, más democracia.

¿Liberalismo 3.0 o autonomía 2.0?

Si algo ha desencadenado el 15M ha sido un nuevo ciclo antagonista. En el terreno de la práctica teórica esto se ha traducido en una confrontación entre dos matrices: la que guía el mando (el liberalismo) y la que guía el movimiento (la autonomía); una escisión que no es entre derecha (liberalismo) e izquierda (republicanismo), sino entre arriba (liberalismo) y abajo (autonomía).

La crisis del régimen político está servida por más que sus defensores todavía se nieguen a reconocerla o adopten una actitud condescendiente con lo que sucede en las calles. Y es que lo que está en juego el 15M (precisamente por su carácter de ruptura constituyente) no es un cambio en el sistema, sino un cambio de sistema. 

La cuestión ahora es saber hacia dónde se decantará la resolución de la crisis. Para resolver este problema es preciso comprender la disyuntiva que se abre entre las dos lecturas antagónicas del 15M, a dónde conduce cada una de las lecturas y, por consiguiente, sus respuestas al interrogante que suscita el poder constituyente: ¿consolidación del espacio autónomo y superación de la lógica política del movimiento en un contexto liberal o salto segundo en la matriz liberal y recuperación conservadora de las innovaciones movimentistas? 

La crisis de la matriz liberal 

La matriz teórico-política del liberalismo se encuentra en las bases del funcionamiento de las sociedades capitalistas y sus correspondientes regímenes de poder. La realización del proyecto liberal está ligada a la propia naturaleza de la sociedad capitalista. Por más que en tiempos de crisis se nos cuestione este vínculo (a menudo con la falaz distinción entre "liberalismo político" y "neoliberalismo económico"), en los tiempos de ofensiva se desvela con la mayor claridad. Así nos sucede estos días en que los acontecimientos liberan las palabras de sus viejas ataduras.

En sus sucesivas configuraciones mercantil, industrial, financiera y cognitiva, la sociedad capitalista ha ido (re)adaptando con éxito su mando a las exigencias de control y canalización institucional del antagonismo social. A resultas de ello, el liberalismo ha tenido que aprender a (re)adaptarse a los nuevos desafíos originados en el cuerpo social por las relaciones de dominación que ha ido instituyendo sucesivamente y contra las que, una y otra vez, siempre se ha rebelado la multitud. 

Una relación instrumental con la democracia

Desde las primeras formas de la democracia liberal (basadas en el sufragio censitario) hasta sus declinaciones actuales de mayor o menor calidad, la historia del liberalismo es la historia de una resistencia y readaptación elitista a la democratización. Por más que algunos grupos sociales originariamente excluidos hayan logrado ser acomodados a las nuevas elites (así, por ejemplo, ciertos estamentos profesionales de la sociedad española surgidos del Desarrollismo franquista), en líneas generales la tendencia histórica del liberalismo hacia su realización ha sido la del progreso de la exclusión social por medio de la mercantilización y privatización subsiguiente del mundo.

El liberalismo, como bien demostró en su día Alexis Keller, no siempre ha sido democrático. Y menos aún democratizador. A lo sumo constitucionalizador de los progresos democráticos ajenos. Y es que la relación del liberalismo con la democracia siempre ha sido de tipo instrumental. No es de sorprender que no hace mucho, en relación a los cambios en América Latina, algún reputado politólogo liberal, sentenciase: "a veces hay que defender al liberalismo de la democracia". A fin de cuentas, el liberalismo sólo ha reconocido la democracia cuando ha realizado el gobierno del mercado. A la que ha cuestionado su poder, el automatismo que comporta, sus efectos sociales y otros problemas, pronto se ha verificado el repliegue matricial del liberalismo.

La heteronomía mercantil o el gobierno de la mano invisible del mercado

Aunque frente al estatismo republicano, el liberalismo reconoce a la sociedad de apellido "civil" la existencia en el marco de una esfera para la no-interferencia (directa) del Estado (que no necesariamente del mando), no es menos cierto que en esta esfera la "libertad" es siempre una libertad bajo control, una libertad vigilada, determinada de manera heterónoma por el juego complementario del mando coercitivo y la mano invisible del libre mercado. De acuerdo a la construcción histórica del liberalismo (identificada por Marx como el paso de la subsunción formal a la subsunción real o por Foucault como el paso de la disciplina al control) la libertad es únicamente tal cuando se interioriza como un automatismo que evita la decisión contra el mercado.

Dicho de otro modo, es una libertad que se "compra" no que se "conquista". Al proceder de este modo, el liberalismo sólo puede realizar la "libertad" como la dominación de quienes disponen de recursos suficientes para "comprarse su libertad" sobre quienes carecen de ellos (de ahí la común etimología de "privatizar" y "privar"). Nótese el desvelado sentido genealógico, tan profundamente liberal, de la expresión "comprar la libertad" de acuerdo a la cual devenir libre es, exclusivamente, un devenir propietario de sí (a la manera del esclavo manumiso) y transfiriendo por tanto a la observancia estatal, por una parte, y al automatismo mercantil, por otra, las condiciones de posibilidad de toda decisión.

La crisis liberal del 15M y la opción (¿imposible?) a un liberalismo 3.0

Llegados a este punto no resulta difícil comprender cómo en la coyuntura actual, lo que está en juego es la propia supervivencia del liberalismo. Sería ingenuo, no obstante, considerar que el liberalismo no disponga de un margen de acción más que suficiente para responder a los desafíos del 15M. Históricamente, de hecho, el liberalismo ya ha sabido operar las mutaciones matriciales necesarias para asegurarse su supervivencia. 

La primera mutación sustantiva del liberalismo se adoptó al reconocer en el gobierno representativo una herramienta útil al cercenamiento de la democracia. John Stuart Mill fue en este sentido, el primer gran intelectual de la democracia representativa como diseño institucional del liberalismo. Pero al adoptar el marco democrático (incluso en su versión representativa) emergió la necesidad de ampliar progresivamente el demos a diferentes grupos sociales.

Tal ha sido y es, después de todo, la historia del sufragio en la democracia liberal: primero los hombres propietarios y alfabetizados, luego las mujeres, las minorías raciales y culturales, etc. Todavía hoy menores de edad, sin papeles y otras figuras sociales de la exclusión liberal siguen pendientes de conquistar la plenitud de acceso al demos. El liberalismo, por lo tanto, se ha forjado y opera en esta lógica de aristocratización económica del demos. Sólo desde el antagonismo se ha conseguido forzar a los liberales a aceptar concesiones.

La segunda mutación liberal llegó provocada por el cambio en la agencia política protagonizado por el movimiento desde los años sesenta en adelante. Desde la teoría de la justicia de John Rawls en adelante, el liberalismo fue refundado para dar acogida a los desafíos movimentistas: desde la justicia redistributiva hasta la política del reconocimiento, los teóricos liberales se aprestaron a encajar los problemas desvelados por los llamados "nuevos movimientos sociales" (NMSs). Michael Walzer denominó a esta mutación el paso del liberalismo 1 al liberalismo 2.

¿Hacia una tercera mutación? El ciberliberalismo

Con todo, la evolución del liberalismo desde los ochenta hasta hoy se ha desarrollado en una dirección completamente involutiva, replegándose sobre el liberalismo 1.0 antes que desplegando las potencialidades del liberalismo 2.0  Ahora, ante la nueva ola de movilizaciones en curso, la matriz liberal ha de hacer frente a una tercera mutación. Ya no se trata de integrar el mundo del trabajo bajo los diseños institucionales del corporativismo liberal. Tampoco es cuestión ya de incorporar, anulando, las causas feminista, ecologista, pacifista u otras de los NMSs.

El desafío liberal se presenta hoy bajo la emergencia de una nueva figura del trabajo vivo: el cognitariado, esto es, una figura social que se funda en el trabajo inmaterial, flexible, precario... A nadie puede escapar, salvo por razón de alguna ceguera ideológica preocupante, que el 15M (y más aún las redes centrales al proceso) se sostiene sobre una composición técnica de clase que en poco o nada tiene que ver con las tradicionales clientelas sindicales, los seguros electorados de la izquierda funcionarial y otras figuras que hasta ahora hegemonizaban la escena política desde la simple gestión de las rupturas históricas sedimentadas en la representación política.

Así las cosas cabe preguntarse si el liberalismo será capaz de (re)adaptarse como ciberliberalismo (como liberalismo 3.0) o si, por el contrario, la emergencia de la autonomía 2.0 es también, como se deduce de su hipótesis activista, un horizonte de derrota liberal. Para ello es preciso que la autonomía se apreste hoy a enunciar las condiciones de un proyecto fundado en el común, en el trabajo vivo del cognitariado, en su capacidad para subvertir los viejos códigos y gramáticas políticas de la modernidad e instaurar su propio gobierno, el gobierno del movimiento.

En estos días, el movimiento agota una primera fase de ruptura, de expresividad, de afirmación autónoma. Tras el gesto de las plazas avanzamos hacia la reivindicación de la producción institucional, hacia la emergencia del poder constituyente de la multitud. Sólo si a esta primera fase sigue ahora un decantamiento progresivo por la autonomía, por el abandono del ciudadanismo y por la creación de nuevas instituciones, se traducirá el movimiento en progreso emancipador. De otro modo, un nuevo salto liberal, el perfeccionamiento habitual de la maquinaria semiocapitalista y la satisfacción recuperadora de los futuros gestores del eventual progreso social a que pueda abocar la ruptura actual, será lo que quede del esfuerzo realizado en este mes largo que llevamos en las calles.