dijous, de maig 26, 2011

[ es ] El largo verano de la Autonomía

Borrador enviado a Diagonal el pasado domingo.



En la última semana un cambio inesperado ha sacudido la escena política. Por primera vez desde la instauración del régimen, la maquinaria bipartidista, engranaje clave del proyecto neoliberal, ha visto como en las plazas ha surgido un ciclo de movilización autónomo que pide un cambio de sistema. Después del 15M ya nada será igual.

¿Qué es y qué no es ciclo iniciado el 15M?

El ciclo de movilizaciones iniciado con las convocatorias de Juventud sin Futuro y Democracia Real Ya no ha sido organizado desde las redes tradicionales de activistas, aunque los sectores menos identitarios y doctrinarios de éstas —los más atentos a los cambios sociales y a las nuevas formas de hacer política— hayan estado presentes desde el primer momento, a menudo incluso como impulsores del proceso. Tampoco se trata de una operación preparada desde oscuras instancias como han pretendido algunas voces más o menos “conspiranoicas” de la izquierda más extrema, dogmática e infoxicante.

El ciclo del 15M és, por el contrario, la ruptura constituyente de un cuerpo social que hasta ahora estaba ordenado por el poder soberano (un “pueblo”, al decir de Hobbes). Por medio de la desobediencia civil, sin embargo, ha comenzado a devenir “multitud” (al decir de Spinoza), a configurarse fuera del mando como un poder constituyente capaz de desafiar a las estructuras del régimen, articulando un proceso democrático en el que participación, deliberación y decisión tienen lugar entre la plaza pública y el cerebro virtual del intelecto colectivo que conforman las redes sociales.

Un desplazamiento al terreno antagonista

La divisoria en las pasada selecciones no ha discurrido entre izquierda y derecha, sino entre dentro y fuera del régimen, entre un mando neoliberal que deconstituye la democracia liberal y un cuerpo social multitudinario que reivindica el juego ilimitado, agonístico y directo de una democracia absoluta. El consenso legitimador de la representación política que en su momento instituyó el parlamentarismo se ha roto y no lo ha hecho por la “izquierda más a la izquierda”, por sus fallidas refundaciones, sino por “abajo” y/o “afuera”.

El fragmento de cuerpo social, organizado en la representación como electorado de izquierda no se ha quedado en casa esta vez, oculto tras la impotente abstención o el conformismo táctico del voto útil. Antes bien, lejos de consentir silencioso y silenciado, el neoturnismo que durante décadas ha impuesto el bipartidismo imperfecto, la parte productiva, precaria y excluida del cuerpo social ha optado por tomar la plaza, por denunciar el dispositivo pendular bipartidista y marcar la agenda política para el último año de legislatura.

Más allá de la partitocracia, la política del movimiento

En las próximas semanas los medios pretenderán cerrar el proceso abierto con una “vuelta a la “normalidad”. Una vez más, la democracia de partidos se nos presentará como la única opción legítima. Sin embargo, la restitución del mando es hoy mucho más complicada de lo que se pudiera imaginar. El empoderamiento que ha tenido lugar en las plazas no será fácil de reducir. El gesto se ha traducido en movimiento y este es una potencia que no será fácil dominar.

Con todo, el riesgo de un agotamiento temprano es real: una izquierda más a la izquierda, satisfecha con sus resultados, puede afirmarse complaciente en la vía partitocrática confiando en frenar a la derecha. En las redes del activismo, la previsible estrategia de la tensión de una derecha en auge, puede estimular inercias ideológicas que aboquen al fracaso. Confiemos en que la inteligencia colectiva nos conduzca a un largo verano de la Autonomía.