divendres, de juny 22, 2012

[ es ] Del sí al para sí


Desde el 15M ha quedado claro que una nueva ola de movilizaciones está en marcha (la cuarta desde el final del franquismo). A medida que progresa parece que se vuelven a repetir viejas pautas que nos deberían hacer reflexionar. Entre ellas ciertos sectarismos ideológicos y repliegues identitarios que advierten del riesgo real de las pasiones tristes. Urge reflexionar sobre ello, ya que la amenaza es, por verificada en anteriores olas, bien real.

Aunque no inevitable. La política de movimiento, de hecho, tiene una manera de romper con el círculo vicioso de la ciclicidad de las movilizaciones: para ello es preciso que los ciclos de luchas concretos se desplieguen en la conciencia de pertenecer a una ola de movilizaciones común, que se lean a sí mismos en toda su transversalidad, más allá de sus horizontes inmediatos, como la política de movimiento que son. Quienes crean que la clave es hacer pivotar sobre una lucha concreta (por ejemplo, la del proletariado industrial que tan bien ilustra estos días la minería asturiana) como si el antagonismo se desplegase sobre un único eje, seguirán sin comprender que ya no vivimos en un mundo donde sólo hay un mundo (en rigor, nunca fue así); un mundo donde sólo la fábrica nuclea la (re)producción de la sociedad. Nada hay de menos materialista, nada más ideológico, que esta visión estratégica de la emancipación de un cuerpo social cuya composición es compleja, asimétrica, agonística. 

Más aún, si algo urge, precisamente, en la política de movimiento es que sus redes activistas dejen de desplazar el terreno de producción de subjetividad fuera de las singularidades que la constituyen como tal. Más allá del efímero (si acaso perverso) placer estético de la reproducción de imágenes como la de arriba, resulta desempoderador, tremendamente frustrante y un error estratégico descomunal insistir en hacer creer a una singularidad (pongamos por caso el precario que trabaja en un call center) que será otra (el minero, sin ir más lejos), la que le resolverá su precariedad. La liberación (Marx lo sabía bien cuando explicaba una singularidad particular) es obra de cada cual, no de una agencia exterior que nos emancipe (líder, partido, sindicato, etc.). 

En la tradición emancipatoria de todos los movimientos se encuentra, precisamente, este elemento común que hace de la autonomía una matriz normativa universalizable. La emancipación por la vía de la transferencia de poder a un otro (del proletariado al partido obrero, de la nación al Estado, etc.) nunca ha existido: sólo hay emancipación en el propio poder, en la pugna inagotable, constituyente, del oprimido contra el opresor. Hora es de ir asumiendo la responsabilidad adulta de hacer política desde la propia condición y no de dejar a héroes imaginarios que nos resuelvan la vida. A un proceso de subjetivación de estas características, Lukács lo describió, tan hegelianamente, como pasar del ser "en si" (an sich) al ser "para sí". Sólo si cada singularidad asume lo que es para si y no para otros, será posible la emancipación de todxs.