dimarts, de juny 18, 2013

[ es ] Turquía, Grecia, Brasil... ¿y aquí nada?


Con motivo de lo que está sucediendo en las últimas semanas en Turquía, Grecia y Brasil, no son pocos quienes se preguntan: ¿y dónde se ha metido la gente? ¿dónde está aquí la multitud que invadió las calles y plazas el 15M? ¿Dónde se erigen barricadas? ¿Dónde vuelan molotov? El movimiento ha muerto, piensan... y lo único que ha muerto es un cierto relato ideológico que invisibiliza el movimiento.

Nada más falso que pensar que porque nuestro enmarcamiento de los acontecimientos nos impide ver (nuestra ideología, nuestra falsa consciencia), resulta que el movimiento no existe. ¡Vaya que si hay movimiento! ¡Hace décadas que nunca estuvo tan fuerte! 

Vayamos por partes y seamos, ni que sea por un momento, algo menos subjetivos en el análisis de la tendencia, en el examen del antagonismo y no confundamos el movimiento con nuestra nostalgia de grandes aglomeraciones (estaría bien preguntarse, no obstante, de dónde esta nostalgia, de dónde este deseo de la multitud cuando, en rigor, ya se está en ella). 

Veamos: de acuerdo con el informe del Departament d'Interior, solo en Catalunya se convocan 11 manifestaciones diarias, el doble que el 2011 (5,5). Solo del 1 de enero al 24 de mayo se han comunicado (ojo, comunicado, no realizado) 1.549 actos de protesta. En 2011 se comunicaron 2.022 manifestaciones y en 2012 fueron 3.287 (9 de media al día). 

Estos son datos indicativos, difícilmente rebatibles, del inmejorable estado de la acción colectiva, del progreso del ciclo. El problema no es en modo alguno la apatía y menos aún que el movimiento esté muerto. Todo lo contrario. Aquí hay todo un movidón en marcha, pero no hecho a medida del narcisismo colectivo, sino de una revolución molecular, autónoma, invisible. 

Otra cosa es qué es lo que pasa, subjetivamente hablando, que no se quiere ver el movimiento, que se le desea en unos repertorios de acción colectiva y no otros; que se añora el gran relato ideológico, la narrativa de la gran revolución, de lo político entendido como molar y no como molecular. 

Si se quiere aprovechar la potencia de la multitud es preciso cambiar de gramática política, empezar a pensar la agencia como política de movimiento, en toda su complejidad, riqueza y potencia, lejos de los reduccionismos de la modernidad, de la política como un hacer, del estatocentrismo, etc. Solo así ajustaremos nuestra subjetividad al principio de realidad, al empoderamiento colectivo, al cambio que queremos ser y efectuar.