dimarts, de maig 27, 2014

[ es ] El régimen se tambalea, ¿caerá?

Artículo publicado hoy mismo en la web del periódico Diagonal




Cuando hace unos meses escribíamos que urgía un gesto que cambiase la “crónica de una muerte (electoral) anunciada”, desconocíamos la forma que adoptaría. No podía ser de otro modo: esa parte de contingencia e imprevisibilidad --de genio, si quiere-- es lo que caracteriza el gesto auténtico. Con los resultados en la mano, no cabe duda que la irrupción de Podemos se ha convertido en la parte visible de ese gesto. Sin embargo, más allá de la euforia desatada la noche electoral, parece conveniente enmarcar el resultado de Podemos como la parte más visible de un gesto mucho más amplio y poderoso.

En efecto, sin restar un ápice del mérito al equipo que se lanzó con lo puesto a una campaña electoral de meses, es preciso ver el panorama en su conjunto. En primer lugar, una abstención récord de más de la mitad del censo que no se deja leer fácilmente, aunque se pueden deducir algunas claves como la retirada de una parte decisiva del electorado del PP y el PSOE. Este dato permitirá todavía sostener públicamente el discurso sobre la desafección durante una buena temporada. En la noche electoral quedó claro que este era el marco interpretativo con el que se intentará hacer encuadrar desde lo que ha sucedido aquí hasta el éxito del Front National.

En segundo lugar, juntos, PP y PSOE no alcanzan el 50%. Los partidos de la alternancia se derrumban en un diagnóstico inapelable sobre los efectos políticos de la crisis. Pero aquí viene uno de los errores posibles en el análisis: la derrota del bipartidismo no solo ha sido --ni principalmente-- efecto del crecimiento de un bipartidismo ampliado con vasos comunicantes (IU y UPyD) ni de la emergencia de partidos como Podemos u otros, ya fuesen anteriores a estas elecciones o nacidos para ellas. Si se quiere comprender quien ha provocado este derrumbe del bipartidismo hay que mirar fuera de la política de partido, en la de movimiento; y más en concreto la campaña de la PAH. A los escraches corresponde sin lugar a dudas el bloqueo de ese electorado bipartidista (no son pocos sus votantes afectados por la hipoteca).

En tercer lugar, Podemos irrumpe, pero su hipótesis populista falla, al menos, de entrada. Sin que se haya de caer en un absurdo cómputo aritmético que sustrae a las expectativas de IU lo ganado por Podemos, es preciso también reconocer que tampoco ha conseguido unos resultados que validen su enmarcamiento discursivo de la crisis del régimen y del protagonismo “ciudadano y popular”. Resultados en mano, la lectura que se impone y a la que Podemos difícilmente se podrá sustraer (desde fuera, pero también desde dentro en las filas de IA y otros), es que “a la izquierda del PSOE” no hay unidad. No por nada, Cayo Lara no ha tardado ni minutos en buscar su supervivencia al amparo de llamar a la “unidad de la izquierda”.

En cuarto lugar, Podemos no ha articulado institucionalmente su propio proceso. Antes bien, el grupo de notables que lo ha liderado ha favorecido al máximo la proliferación de círculos muy dispares, cuya capacidad de crear una ilusión ha sido inversamente proporcional a su capacidad para institucionalizarse como una organización de partido. La tentación de proseguir ahora la carrera construyéndose a golpe de procesos electorales podría tener cierto recorrido en tanto la crisis del régimen se agrave y las convocatorias se precipiten. Con todo, también existe --por el riesgo que comporta para la propia supervivencia del régimen-- la posibilidad de que se articulen consensos de gran coalición.

Al fin y al cabo, no hemos de perder de vista un factor decisivo en la configuración del mando neoliberal: un sistema de gobernanza multinivel. A escala europea, el sur preocupa, pero lo cierto es que los dos partidos europeos artífices del proyecto neoliberal, siguen siendo ampliamente mayoritarios. A pesar de ello, la noticia del doble resultado a izquierda (Syriza) y derecha (Front National) ha comenzado a cuestionar la propia capacidad de estos partidos para llevar a cabo el proyecto neoliberal.

Y es que el mando europeo se polariza hoy en la tensión que ha inducido la crisis al abrir Europa a una mercantilización global sin precedentes a la par que en el terreno político se operaba un bloqueo desde el Estado nación. El proyecto liberal europeo, como pudo ser entendido hasta el Tratado de Maastricht, es hoy un páramo de automatismos heterónomos de la deuda y reacciones políticas fascistizantes. No obstante, en Grecia desde 2008 y aquí desde 2011 hemos vivido la ola global de movilizaciones que arrancó en el norte de África. Podemos es un efecto. En Francia, por el contrario, el bloqueo movilizador ha tenido consecuencias funestas.

Así las cosas, el escenario que se abre apunta elementos interesantes por lo que hace a las posibilidades que ofrecerán las estructuras de oportunidad política a todos los niveles: a nivel europeo, no parece que se pueda posponer por mucho más una refundación del “socialismo”. Ello requerirá un cierto distanciamiento de los consensos de gran coalición (que esto quede más adelante en un mero efecto propagandístico tampoco sorprendería).
A nivel estatal está claro que PP y PSOE han de lanzarse igualmente a la recuperación de electorados de cara a las municipales. No obstante, pocas garantías mejores para la gobernanza neoliberal que extender tanto cuanto se pueda la mayoría absoluta del PP hasta 2015. Parece razonable esperar, no obstante, la aparición más o menos efímera de un candidato socialista que modifique el estilo de oposición, sin por ello incurrir en mayores dosis de populismo y/o izquierdismo.

A nivel autonómico parece claro también que las alianzas aumentarán su inestabilidad. El escenario catalán continuará siendo el principal laboratorio de la crisis del régimen. Con una Esquerra en primera posición, bien podría darse la convocatoria de elecciones anticipadas por parte de CiU tras el 9 de noviembre [fecha de la consulta propuesta por Artur Mas, n.del E]; quedando por ver si coincidiendo con las elecciones municipales o no.

Por último, a nivel local es donde se operarán los cambios más interesantes, toda vez que el impulso Podemos se debería de concretar en una apuesta municipalista capaz de dar respuesta a las demandas de articulación de la oposición al régimen. Dicha articulación, por descontado, no tendría porque operarse en los márgenes de la propia marca y bien pudiese ser que esta se recombinase con las experiencias de los movimientos a nivel local. Una gran mayoría social localmente organizada sería la mejor proyección de lo empezado por el 15M.